viernes, 4 de enero de 2008

Salí de casa con la sonrisa puesta

Hoy he pensado en salir a tomar algo, cenar y echar unos juegos con unos colegas que siempre van a un sitio los jueves, con los que cuando voy casi siempre termino volviendo a casa sobre las cuatro de la mañana... pero bueno, al lío.
El caso es que me apetecía ir, pero no tanto ir solo. Pero la cosa es que sé que, cojones, si quiero ir yo solo, ¿porqué no voy a ir? Hubiera ido si alguien de mi barrio, que no suelen ir por allí, hubiera dicho que sí a mi propuesta (el sitio está bastante lejos de mi casa y si no hubiera tenido que volver solo). Pero, ¿qué más dá? ¿Por qué cojones me ha salido una resistencia interior que me ha hecho conformarme con un plan mucho más cómodo pero menos halagüeño en cuanto a diversión?
Pensaba en qué haría allí, en si estaría a la altura, si no me quedaría empanado y eso no hablaría muy bien de mí, y tampoco yo me lo pasaría bien.

Bueno, pues si es que no me apetece, pues vale: no me apetece. Pero era que sí, y yo mismo me he autocensurado... y lo que más me jode de todo: que me siente mal, que me dispare emociones negativas dentro (regomellos).

Así que bajé con mi hermano al bar de abajo un rato. Sin la sonrisa puesta. Y luego, bueno, pues ni bien ni mal, algo aburrido, poco divertido... pero cómodo. Pero es que no acepto eso: es poco para mí. Ya ves.

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