miércoles, 24 de junio de 2009

Un corazón triste pero abierto

Lloré mucho el lunes. Mucho. Tuve que llegar unas horas tarde al trabajo para poder llorar en condiciones.
Hoy me baño en la playa a medianoche.
Estoy jodido por un rechazo, que me duele mucho.
Abro una etapa con el corazón más abierto. Espero conservarlo. Pero siento como si los últimos meses hubiera vivido en la inopia. Sin ver a los otros de verdad, con menos compasión.
Como si no hubiera vivido de verdad, salvo ocasionalmente.

Me he comprado un espantamosquitos por ultrasonidos, así que hoy dormiré desnudo.

miércoles, 10 de junio de 2009

Sumisión

"Sumisión cada mañana
dos platos a mediodía
algún polvo entre semana
y a vivir que son dos días."

Sumisión. Rosendo (Jugar al Gua)

martes, 9 de junio de 2009

Celos

Celoso, sí.
Ay... a ver si termino con esta situación. No tengo muy claro lo que quiero - y también que no sé qué hacer, tengo miedo de destapar el tarro de la autenticidad, de verme los colmillos...
Culpable por gastar mi tiempo en cosas que no son atender mis (bajos) instintos - no! En realidad se trata de no estar haciendo nada para... atender mis altos instintos. Mi necesidad de cariño y amor. De estabilidad, de sentirme querido por quien yo quiero... etc. que anda que no es empresa difícil.
Y todo tipo de fantasías. Será que sí soy celoso.

lunes, 8 de junio de 2009

Confluencia y pensamientos alrededor

Me doy cuenta de que me cuesta despegarme del otro.
Si quiero a alguien, tiendo a pensar que puedo cambiar, y a cambiar en efecto, amoldándome a (lo que yo creo que son) las necesidades del otro. Como si tuviera que estar en alerta, a veces, para mantener esa situación. Que no soy ese cacareado yo mismo. Y me siento en inferioridad con los que sí lo son.

En algunos talleres de Gestalt, y en concreto uno de mis primeros conflictos en el grupo, vinieron por la confluencia. Recuerdo que en el primer taller ya hubo algún indicio de esto. Y bueno, por entonces yo estaba viviendo la confluencia como algo muy muy importante de aquellos momentos - estaba en mi recuperación de una relación traumática.

De la que por cierto no sé si me he recuperado - yo siempre digo que no, que va a mejor, pero que no del todo. Quizás es una defensa en sí misma.

Pero es cierto que a veces pienso que no es posible esa recuperación total. Que no es posible volver. Y no me refiero a un lugar, manera de ser, etc. sino a las sensaciones de libertad, de peso, de autoconfianza sobre todo. Pues eso, van a mejor, pero es posible que nunca sean lo mismo.

Y ayer pensaba, estando agobiado por un cruce de caminos geográfico y emocional en el que me encuentro, que siempre tengo ese punto negativo que me hace pensar que el estado natural de las cosas es la nada, la destrucción si es necesario. Que todo termina, muere, y más vale pronto que tarde. No sé cómo manejar esto y lo pospongo.

jueves, 4 de junio de 2009

El olivo y el Kumquat

Y qué a gustico se está, a estas horas, sentado en el sillón en la terraza, escribiendo estas líneas.
Un Kumquat, ese naranjo japonés que me han regalado, a mi derecha, escoltado por una planta de menta, otra que no sé cómo se llama, un olivo jovenzano y algun que otro vegetal. Delante, una bici del Bicing tomada prestada del ayuntamiento, descansa en la pared, que buena falta le hacía, esperando ya su turno para volver a ser montada, disfrutada, anhelando ahora un culo que le oprima suavemente, unas piernas que la rodeen y se muevan rítmicamente al compás de sus caderas, unas manos que la agarren y la sujeten bien fuerte. Y así volar acompañada, conducida, poseída.

Una suave brisa aparece de vez en cuando. Sólo lamento ser una nota discordante, con mi estómago nervioso y mi respiración tímida. Sin ser parte del paisaje. Pensando en ella.

Buscando una metáfora, el olivo, sobrio, se me antoja una representación de mí mismo, al lado del Kumquat, alegre, con sus naranjitas juguetonas y sus hojas curvadas. Y unas macetitas debajo, alrededor, sin tronco, con la gracia y aroma de la menta una, y la otra, fuerte y resistente, aunque pequeña.

Todo el mundo es bueno III

No sé si es cosa de la Gestalt o de algunos gestaltistas, esto de que todo el mundo es bueno.

Comparo con otra época, o mejor dicho otros modos de pensar, donde se pensaba que la gente, que sí, serían buenos cristianos, que tal, pero había que andarse con ojo. Se confiaba más por obligación (= si no eres bueno vas al infierno) que por realidad. Es decir, que se esperaba lo peor de la gente y las circunstancias, tal que si llegaba algo mejor, bienvenido sea.

Se trata de un compromiso entre hac lacrymarum valle y la bendición de la expectativa nula.

Y yo pienso: ¿se tenía antes más libertad para ser malo? Personalmente, no veo a la gente de mi generación ni haciendo ni aguantando cosas de las que me cuentan o he visto yo mismo de generaciones anteriores. De acuerdo, depende mucho de los nichos sociales. Pero me da la sensación de que la cotización del perro de arriba no deja de crecer, por mucha crisis que haya.

¿Cambiaría esto si pensáramos que el hombre no tiene por qué ser bueno por naturaleza? Por mi experiencia, veo vivir mucho más tranquilo al que cree que el hombre es bueno hasta que es malo, es decir, que tanto lo uno como lo otro... 

Parece un tanto naïf decir que el hombre es bueno por naturaleza. ¡O malo! Porque, ¿es bueno, o malo, respecto a qué? Espero que no sea respecto a sí mismo, o respecto a su potencialidad, porque entonces estamos jodidos: el juicio entra en escena ("deberíamos ser mejores", "deberíamos ser peores"). ¿Cuál es la referencia? Normalmente, el hombre toma como referencia a sí mismo en las comparaciones con sus congéneres. Es decir, el hombre es bueno o malo respecto a mí, poniéndose cada cual dentro o fuera de la línea según su neurosis.

Es decir que el hombre no es bueno ni malo ni regular. El hombre es. Y algunos ni eso.

Retomando lo de las expectativas, oí una noche que

felicidad = resultado - expectativas

de tal manera que si expectativas = 0, la felicidad es igual al resultado. Si el resultado es positivo de alguna manera, el índice de felicidad también lo será. Si el resultado es nulo, al ser nulas las expectativas, habrá felicidad cero, pero no infelicidad.

Años después, veo la obsesión que hay con las expectativas en la Gestalt.  La de terapeutas que andan liados con este tema, intentando rebajar las expectativas. Recuerdo un libro de Jorge Bucay, Cuéntame un cuento o algo así, donde creo recordar que era la única pega que se hacía a sí mismo.

Curiosamente, yo aprendí esa fórmula muchos años antes, de la boca de un borracho (y probablemente estándolo yo mismo). Nada como el campo de batalla para poner a prueba las teorías, cubata en mano... o para filosofar como excusa para no interactuar socialmente en un plano más físico.
Y es así: si tus expectativas son nulas, y te lías con una fea, pues mira, al no haber esperado nada, eso que me llevo. Un punto. Ahora, si vuelves a casa con las manos vacías, pues al no esperar nada, no hay ningún problema tampoco. Me cojo unas patatas en el Buitaker y a volver a casa andando, no passa res. En estos casos, lo complicado es gestionar el premio gordo... ya que suele salir el no merezco tanto, o no soy hombre para tanta mujer, o es demasiado para mí... esas mierdas.

miércoles, 3 de junio de 2009

Impecabilidad, Intuición, Terapia Gestalt y Guardiola

Este fin de semana ha estado bien.
Es la primera vez que me he sentido terapeuta puro en la acción, sin dudas, con la confianza en lo que estaba haciendo, sin pensar en adónde íbamos, sin embargo dejándome llevar sin miedo por la intuición. Confiando en mí y en mi estilo, y confiando en el paciente también, acompañando. El resultado fue fantástico. En palabras de la terapeuta, "impecable" en la actitud.

Luego ya fue diferente. Cuando ya pasó aquello, y entró el pensamiento y el juicio. Es decir, que no se me suba a la cabeza. Pero qué cojones, aquél ejercicio también fue un acontecimiento para mí. No puedo hacer como si no existió.

Que tengo madera, me dicen. Bueno, pues ya se verá. Justo después del ejercicio, me acordé de Pep. Pep Guardiola.

Se puede aprender mucho de él. Él trabaja por la pasión en el trabajo en sí, no tanto por el resultado - no hay más que ver el fútbol que despliega el equipo. Nada de cerrarse atrás - nosotros mantenemos nuestra actitud y forma de hacer las cosas. Y a la vez, suficientemente flexible como para adaptarse al contrario, a las diferentes situaciones. Sin orgullo, con humildad. Con la tranquilidad que da el trabajo sincero y honrado. Y no hay más que mirar a sus jugadores: se lo pasan pipa jugando. Un ejemplo. Pep Guardiola hace además que la gente a su alrededor sea mejor, más feliz, y más productiva y motivada. Es un terapeuta del copón.

Pues yo pensé: "Nada, a seguir trabajando". Humildemente. Y así es. No hay que darle muchas más vueltas: cualquier día pierdes en casa contra el Espanyol. Y eso no debe hacerle a uno desviarse del camino. Ni el triunfo ni el fracaso, esos impostores de los que hablaba Kipling.