Cuando hago algo bueno, muy bueno, o voy a hacerlo, no es que me asalte el miedo de hacerlo mal, que también aparece, sino el de hacerlo perfecto, tocar el cielo, y posteriormente no estar a la altura; definirme por aquella cima y por lo tanto mirar el resto de mi vida desde el cristal de las expectativas que aquello generó y no se cumplieron.
Es difícil a veces ver que eso es sólo una anécdota sin importancia. Y que la vida no se define por esas expectativas, ahí está el quid de la cuestión. Si sale bien bien, si no sale bien, bien también. Lo hice lo mejor que pude, lo demás es anécdota.
miércoles, 23 de enero de 2008
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