A veces me parece, que en todo esto de lo que se da en llamar crecimiento personal, búsqueda de uno mismo y demás zarandajas, hay mucho de tener unas consignas e intentar que sean verdad, que se cumplan para uno, intentar creérselas. Autoconvencerse de que es así, y que a fuerza de eso uno se acerque más al ideal espiritual. Cuando nos alejamos de sentir esos preceptos, eso se considera debilidad, problema, algo contra lo que luchar, un indicador de que no estamos iluminados todavía, de que nos falta camino por recorrer.
Esto es, básicamente, buscar la solución en la fe. No se va mucho de otros tipos de fe, salvo en que se utilizan otros preceptos. Pero comparten la necesidad de preceptos. En el caso de la terapia gestalt, los preceptos tienden a los proverbios zen, etc. Cosas a las que recurrir en momentos en los que te has perdido: igualito que la figura de Dios, que siempre está ahí para acompañarte.
A título personal, quizá la fe sea simplemente, una herramienta evolutiva que nos ayuda a los seres humanos en nuestro periplo por esta vida, ya que nos aporta tranquilidad y bienestar al menos momentáneamente. Pero para eso hay que creérselo, y yo le tengo mucho rechazo a la fe por la fe misma, aunque me ayude, porque veo lo que hay detrás: suposiciones, fantasías. La construcción de un mundo imaginario como defensa ante el real.
Vale, sí: ¿y no es esto lo que hacemos todos los días? Quizás mi carácter narcisista sólo acepta la fe construida por mí mismo y no por otros.
domingo, 6 de enero de 2008
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