martes, 29 de enero de 2008

Regomello de padre y muy señor mío

Curioso fin de semana, bastante activo.

Hoy estoy de vuelta a lo de siempre, un poco: a regumello, aunque limitado, en el estómago y a sentirme incómodo con mi familia y algo autorreprimido. Sin ganas de expresarme con ellos, es que no me gusta expresarme con ellos. Se me niega el cuerpo.

Quizás eso me quiere decir, aunque parece que yo me esfuerzo por desoír, que el cuerpo me pide irme de casa cuanto antes. Antes me está haciendo daño que aceptar el hecho de que estoy aquí, en casa de mis padres, e intentar reconstruirme desde esta posición hogareña. Y así deshacerme de los fantasmas que me atrapan en esta casa, que me hacen que me meta para adentro, que me sienta extraño conmigo mismo y con los demás, que me hacen estar pendiente de los demás, de lo que suena fuera, de lo que piensan los de fuera, etc... el rol de observador y no de vividor que tengo asignado en esta familia, que sí, que yo me creé con el tiempo pero con el que no estoy de acuerdo, contra el que mi cuerpo se me rebela continuamente pero se pega contra la barrera.

Pero no sé si el vivir solo, o con otra gente, cambiaría las cosas: normalmente, la manera de relacionarse con la madre es la que se aprende y se usa para relacionarse con la gente.
Quizá no se trate de mejorar mi relación con mi madre, sino de tirar para adelante y olvidarme de todo eso. Olvidar a mi madre, o ponerla por debajo de mí y de mis necesidades, me quitaría un lastre tremendo. Cuando hice esto, me sentía muchísimo más ligero, y fuerte, y contento. Una superación de los padres era, que luego me pareció ofensiva y sobre todo impúdica, incorrecta, pecaminosa. Porque sentía que no me importaban, y me sentía mal por ello, ¿cómo es posible que no me importaran? Culpable, culpable.
Pues no, cojones.
Claro, estar lejos físicamente ayuda para eso. Pero estaba yo lejos y empezaron a salir esos pensamientos, probablemente eran retazos de mi adolescencia que no terminé de superar, que a falta de otra cosa volvieron a hacerse hueco.

Ahora tengo rabia, al pensar todo esto, el ceño fruncido, el estómago encogido, "mierda, mierda" pienso.
Y mi padre ahí fuera en el salón, a lo suyo, cosa que yo no sé hacer. Viendo lo que haya en la tele y comiendo. Mierda, joder.

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