jueves, 21 de mayo de 2009

Ganas de Terapia Gestalt

Hoy he tenido una sensación curiosa y muy agradable: era una sensación de tener ganas de hacer terapia gestalt. No de ver a los compañeros - esa la tengo más a menudo -, sino de, simplemente, trabajar en Gestalt, sin pensar mucho más.

Por lo demás estoy preocupado por un tema... del que por ahora no voy a dar más detalles, pero se trata de mi ubicación futura. Barcelona, Zaragoza... y la imposibilidad del resto del mundo. Uruguay. Argentina. Sudamérica. Andalucía. Tendrían que esperar... quizá para siempre. ¿Y qué? A fin de cuentas, mi culo tampoco ha salido de la vieja Europa.

PS. De nuevo, tuve aquél pensamiento en el baño, en el cubículo que tiene una ventana grande desde la que se ve Barcelona perfectamente. Y las obras que hay en el edificio de al lado, un nuevo complejo de oficinas, otro más en Barcelona...

PS2. Pues me acuerdo de que podría tomar terapia gestalt con Marcelo Antoni, un hombre que me encanta... no sé, no sé.

Encaje de bolillos

A lo largo del día pienso muchas ideas y cosas, que me parecen interesantes, que llego a desarrollar un tantito dependiendo de lo afortunadas o graciosas (¿no es lo mismo?) que sean, y luego se desvanecen en la maleza mental.

Me refiero a reflexiones, concreciones, ideas que cristalizan. De esas de las que piensas: si pudiera ahora la escribiría en el blog. Pero el caso es que te encuentras cagando en el baño del trabajo, sin bolígrafo siquiera para honrar al papel higiénico con un uso más cercano al cerebro que al intestino, y así poder expulsar excrementos de dos maneras a la vez. Sin que necesariamente uno sea mejor que otro.

Mientras escribo esto, me reviso la uña del pulgar derecho. No le doy tregua a la pobre, y esta misma tarde incluso he acabado con un reducto de rebeldía, una barricada que se estaba haciendo fuerte por el flanco derecho. Mis fauces no han tenido piedad, y han persistido hasta hacer mella en la bella barricada que la naturaleza había puesto a mi torrente destructivo, del que nada queda a su paso, salvo una sensación de dolor, de placer, y al final, paz. Me recuerda al sexo.

Sigue ocurriendo que pago con amor propio ciertas cosas que pasan en mi vida. Pero cada vez menos. El mecanismo este del darse cuenta, va haciendo surco y se va notando. Igualmente, las dudas de si es el buen camino siguen ahí, aunque las tomo menos en serio. Por la razón que sea, si yo me tomo en serio, creo que no puedo encontrar un resquicio de salvación. Es el tormento de tener conciencia. La exigencia de utilizarla en pos de la justicia universal, y no un compromiso entre ésta y la particular. Es difícil de discernir. Yo mismo me estoy perdiendo ahora.

Me gusto más estando conmigo. Disfruto más del hecho de estar yo, sólo. Tenerme como compañero. Me estoy redescubriendo. Un sapo, como decía Javier Ochaíta, que bien mirado tiene su gracia.

Tener demasiada conciencia también es un problema. Es como tener un porsche en una carretera de pueblo: adónde vas con tanto si con menos te vale. Y no haces más que gastar gasolina. Más te hubiera valido comprarte el chincuechento ese de tu hermano. Se matan más moscas con un matamoscas que con un cañón.

Escucho mucho Sabina y Juan Luis Guerra. Pronto va a ser mi cumpleaños y voy a cocinar para muchos.

Todo da igual y yo me gusto, y recuerdo que yo era especial.

Me acuerdo de las memorias de la Formación en Terapia Gestalt, y desde que llegué a Barcelona no he hecho nada, res de res.

domingo, 10 de mayo de 2009

Vacío vital

Que me tome más a la ligera el trabajo, y no me lo lleve a casa, me enseña otro problema, el problema, de fondo: que no sé qué hacer en la vida.

¿Qué quiero hacer en mi vida? ¿Qué es lo que me gusta hacer, con qué disfruto de verdad? Pues no lo sé. Va a haber que buscarlo, ¿o qué?

Como llevo un tiempo ya con estos vacíos, no me viene la angustia con tanta fuerza. Me afecta más el que puede ser que no cristalice una relación todavía inexistente y que aunque pintaba bien, ahora pinta peor.

¿Será que, simplemente, me falta el amor? Me hago mayor y cosas a las que antes me entregaba, ahora son accesorias. Debe ser que me empiezo a hacer, sin darme cuenta, sitio para los niños. Ay, ay.

Wittgenstein: El progreso

Me es indiferente que el científico occidental típico me comprenda o me valore, ya que no comprende el espíritu con el que escribo. Nuestra civilización se caracteriza por la palabra 'progreso'. El progreso es su forma, no una de sus cualidades, el progresar. Es típicamente constructiva. Su actividad estriba en construir un producto cada vez más complicado. Y aun la claridad está al servicio de este fin; no es un fin en sí. Para mí, por el contrario, la claridad, la transparencia, es un fin en sí.

(Aforismos. Cultura y valor, 30)

martes, 5 de mayo de 2009

AquÍ sobra gente

Ah sí, me han quitado el departamento del que era jefe, asi que vuelvo a ser un último mono, como el que dice. Vino de buenas a primeras. No me lo tomé bien, y ya pensé que me echaban. Pero la verdad que me ha servido para quitarme peso de encima. Voy a intentar dedicarme más a mí, a desapegarme del trabajo, y a mirar más lo que mi corazón me pide. No depender del curro emocionalmente me hace sentirme más ligero. Me da lo mismo que me echen (bendita indemnización), que me asciendan, lo que sea. Ya todo me da igual. Yo hago mis ocho horas, lo mejor que puedo, llego a la hora y me voy a la mía. Pago a la empresa ocho horicas de mi día, yo me entretengo lo mejor que puedo mientras, haciendo las cosas bien que por suerte encuentro que me sigue motivando al fin y al cabo, y ya .

Pandeminos

Creé este blog como diario originalmente, aunque luego ha dejado de ser un diario como tal sino que lo he estado utilizando más como sitio donde publicar artículos más o menos currados. Así que es un poco como un cajón de desastres. Uno puede guiarse por medio de las etiquetas, como forma de poner orden en este maremagnum de emociones, reflexiones, gritos desesperados y paridas como pianos.

Me decido a escribir porque hace mucho que no lo hago, y me parece que empiezo a faltar a la idea original de este blog. Muchas veces escribía simplemente, como parte de los deberes, como parte de esa recomendación de mi tutor de tomarse unos minutos al día para escribir, anotar, registrar lo que hay dentro.

Alguna vez he pensado, que ya no quería emborronar esto tanto, sino que preferiría escribir cuando de verdad tuviera algo que decir.

Escucho a Loreena McKennitt, el Book of Secrets. Y siento la vergüenza de que otro habitante de esta casa me pille escribiendo en este rincón secreto, ya que escribo desde el salón.

Me encuentro entre medio de varias cosas. Pero me siento bastante en el camino. Tengo miedo de tomar acciones, me para la perfección, es cierto. Hacer las cosas bien significa no hacerlas perfectas, y esto me para de hacerlas del todo. Tengo un amorcico cerca, pero no me atrevo, no sé cómo ni cuándo expresarle mis emociones y mis intenciones. Y cuando está todo a huevo, me mezco y me conformo en el bienestar del medio contacto y mantengo la calma... demasiada.

Y ya veo que se me pasa el arroz... respecto a esto me refiero, no respecto a mi edad. Que todavía estoy para merecer, cojones. No se qué, pero algo mereceré, aunque sea castigo divino.

Venga, que no os coja la pandemia esta de que habla la prensa.

PS. Sí, claro, me refiero al paro.