Ahí están, escondidos, acechantes, para colocarse en cuanto me descuide.
Los noto: son esas fantasías catastróficas que, aun sin tener forma definida, sé lo que son, sé cómo son: sé los sentimientos que me generan, las angustias, inseguridades e incertidumbres, contra las que todavía, me veo a merced.
Y de ahí el miedo, a que estén ahí, el miedo a bajar la guardia. Por eso, la intranquilidad de raíz.
Y no están encima. Pero su sombra sigue ahí, me pesa. No la veo, pero me angustia.
¿Será una herramienta evolutiva de ultra-seguridad, para que yo no baje la guardia? ¿Supervivencia contra vivencia? Sean lo que sean, era más feliz cuando no los tenía, desde luego. Espero, cuando no los tenga ni los vea ni los huela, saber valorarlo en su medida esta vez.
sábado, 29 de diciembre de 2007
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