Aprendí a jugar esos juegos tontos de pareja, de necesidades y exigencias subterráneas, de esperas y suposiciones, de culpas, tensiones y presiones, de proyecciones, de falsas imágenes, de complacencias.
Y como suele pasar, uno tiende a hacer lo que sabe hacer. Es difícil cambiar el rumbo cuando uno se doctora en una especialidad. Pero, bueno, lo primero es querer. Además, tampoco hace tanto tiempo que empecé esos estudios.
Y, ¿no es más fácil mirar cada uno por lo suyo, dejando claro lo que esperas y lo que no? Ah, que rompe la magia, ya. Pues a ver si me va a caer a cachos, en uno de esos trucos de magia.
martes, 12 de febrero de 2008
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