Varias veces he pensado que, los que nos interesamos por eso que llaman crecimiento personal, somos simplemente gente que no nos aceptamos, que no aceptamos el orden natural, nuestro lugar en él, a los demás, o cualquier combinación de no aceptaciones.
Que queremos más, que somos niños mimados que pensamos que la vida nos prometió más de lo que nos da, o que podemos ser más y mejor.
Y al final terminaremos aceptando que no hay más ni mejor ser que el sentir la plena aceptación de lo que hay. Como una rendición.
Esa cosa que mucha gente de a pie, que incluso se puede reír, asustar o causar rechazo, de las terapias de desarrollo personal, lo hacen a diario mucho mejor que los que buscamos ayuda, sin saberlo. A la fuerza, habiendo aprendido con la vida como maestro.
Como el ciempiés que mueve sus cien pies al son sin pensar en cómo lo hace.
martes, 4 de marzo de 2008
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