Ahora me siento un poco raro, me acompaña un ambiente extraño en casa estos últimos días, enrarecido por agentes externos.
Sin embargo, no me cuesta tanto como otras veces volverme a mí, aunque me sigue costando algo y sigo viendo eso, ese regomello que viene a veces y que me para, me hace pesado.
Pero en general me cuesta menos dejar el tiempo pasar. Hasta me empieza a apetecer de nuevo cocinar.
A veces pienso que todo me da más igual, que nada es muy importante, porque a una mala, me tengo a mí mismo. El hecho de empezar a disfrutar de nuevo con mi soledad, me da seguridad para afrontar todo lo demás: ya que no dependo de lo externo y esta vez lo siento más que lo pienso.
A la vez, esto aligera para enfrentarse a las tareas, como aquél joven que se enfrenta con el experimentado, con más libertad y desparpajo, ya que no tiene nada que perder. Es el comienzo de este camino, pero me gustaría seguir por ahí. Aunque la cosa es que, de vez en cuando, se nos olvida.
Lo plasmaron perfectamente los geniales Astrud: Todo da lo mismo. Aquí está la letra.
Me ha vuelto a pasar.
Siempre se me olvida que todo da lo mismo.
Me he dejado ir y me he puesto a valorar alternativas.
Voy a cambiarme el reloj de mano.
Para no olvidarme más.
Ya no se me olvida más.
Voy a atarme una cinta en el dedo.
Para no olvidarme más.
Ya no se me olvida más que
Todo da lo mismo.
Nada depende de ninguna decisión.
Todo da lo mismo.
Eso no es un problema, ni una solución.
Pega un PostIt sobre tu nevera.
Para no olvidarte más.
Que no se te olvide más.
Moja el codo en tinta azul cobalto.
Para no olvidarte más.
Que no se te olvide más.
Hazte un moratón en la cadera.
Deja desde hoy mismo de ducharte.
Haz un doble fondo en tus cajones.
Ponte a caminar en línea recta.
Todo da lo mismo.
jueves, 29 de mayo de 2008
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