jueves, 28 de enero de 2010

Miel y limon

Tras unos días de descanso, esta tarde que he quedado con un amigo. Hemos estado hablando de muchas cosas, y entre ellas también de mujeres. Hemos hablado de ellas bien poco, pero profundo y claro. Para qué más.

Hablábamos de la madurez, y lo que se agradece. Ese dejar hacer de la mujer madura, de no agobiar ni dar mal - sino poner las cosas claras sobre la mesa, sean las que sean y aceptarlas tal cual son, y obrar en consecuencia. Mi amigo sale con una mujer 6 años mayor que él, y está encantado. La naturaleza además, tal como están puestas las edades de madurez sexual, parece proponerlo así, pero nos empeñamos en pasar de la naturaleza, y así nos va.

Al volver a casa sentí de nuevo ese vacío de tristeza. Me acordaba de ella, de cuando me escuchaba profundamente, de cuando me regaló una brújula para que encontrara mi camino... y tantas otras cosas. Es adorable, pero lo que me viene es la tristeza de no poder corresponder su amor. Me he sentido culpable por esto.

Espero no endurecerme demasiado. Pienso en cómo estará ella, y aunque querría hablar con ella creo que es mejor así. Seguramente ambos tenemos cierto respeto a hablar con el otro. Y está bien así. Necesitamos curarnos.

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