miércoles, 10 de septiembre de 2008

Con un sorbito de champán

Yo bebo a sorbos, a pequeños sorbos. Haciendo un esfuerzo cada vez. No sé abrir la glotis (se llama así?) para que caiga toda el líquido adentro del tirón (he visto a gente beberse así un botellín de cerveza en cuatro segundos).

Es decir, yo soy quien tiene que hacer la fuerza para que ese líquido entre dentro de mí. Tengo que sorber, y no tragar. Ni cuando vengo de correr, o estoy supersudado de lo que sea, suelo beber a trago limpio. Asimismo imposibilita para beber del porrón un largo tiempo sin producir risas en la concurrencia. ¿Casualidad? Los cojones.

Beber a sorbos implica cierta desconfianza en lo que venga. Se bebe poco a poco y, casi, analizando lo que va entrando. En pasos: primero boca(y mezclado con aire), y una vez aceptado, garganta.

Es cierto que yo me siento mucho más cómodo cuando soy yo quien controla cómo entran las cosas en mí - y sobre todo me refiero a lo emocional, claro.

Soy desconfiado por naturaleza. Es una defensa, una prioritización del instinto de supervivencia sobre el instinto hedónico, diríamos. Por eso, no es malo per se - sólo se trata de una manera de entender la vida, que dependiendo de las circunstancias, es más favorable o menos. Si yo dejo a mi carácter hacer, tenderá hacia esto. Qué le vamos a hacer. Pero, las circunstancias no son de lucha por la supervivencia en sentido estricto (todavía?) sino de lucha por sentirse mejor. La manduca, por suerte, la tenemos prácticamente garantizada. Y si no, ya la robaremos.

Pero en cambio, cuando me abro, hay que ver qué bien me siento.

"Todas tus inhibiciones en placer desencadenan" - decía Battiato, en "Un sentimiento nuevo".

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