No tengo nada interesante que decir. Sólo he entrado a escribir que no tengo nada interesante que decir. Nada en absoluto.
He entrado por entrar. Porque no siempre tiene uno que escribir cuando las cosas son buenas o malas. ¿Por qué no escribir cuando son regulares también? Está claro que la emoción, el glamour, es menor. Por lo tanto el atractivo es menor. Por lo tanto, ¿para qué escribir?
Porque, reconozcámoslo: en algún punto de nosotros mismos, los lectores de blogs, ocasionales o regulares, somos vampiros. Queremos nutrirnos de las emociones o pensamientos del escritor.
Y para eso escribe el escritor, también. Para que sus ideas (ver la interesante teoría de los memes) se esparzan y puedan generar vida, a modo de riego de un campo seco, o plantando una semilla en tierra fértil, quién sabe. Al fin y al cabo, conectar con el mundo desde esta pequeña ventanita. Soltar cuerdas al aire manteniendo un extremo, con la esperanza de que alguien cogerá el otro extremo y así la cuerda se tensará y no quedará muerta.
Y seguro que tengo algo más que decir. El caso es que ni me apetece ni sé el qué. Podría contaros mis experiencias con el poker online, pero eso, os lo cuento otro día. Por lo menos os puedo decir que me va bien. Aunque acabo de echar dos torneos y he perdido los dos. Y ya no tengo tanto miedo a engancharme. Me siento más dueño de mí mismo que la primera semana en la que empecé a jugar.
Sí, supongo que quería hablar de esto. Hace tiempo ya.
jueves, 22 de octubre de 2009
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