Este fin de semana ha estado bien.
Es la primera vez que me he sentido terapeuta puro en la acción, sin dudas, con la confianza en lo que estaba haciendo, sin pensar en adónde íbamos, sin embargo dejándome llevar sin miedo por la intuición. Confiando en mí y en mi estilo, y confiando en el paciente también, acompañando. El resultado fue fantástico. En palabras de la terapeuta, "impecable" en la actitud.
Luego ya fue diferente. Cuando ya pasó aquello, y entró el pensamiento y el juicio. Es decir, que no se me suba a la cabeza. Pero qué cojones, aquél ejercicio también fue un acontecimiento para mí. No puedo hacer como si no existió.
Que tengo madera, me dicen. Bueno, pues ya se verá. Justo después del ejercicio, me acordé de Pep. Pep Guardiola.
Se puede aprender mucho de él. Él trabaja por la pasión en el trabajo en sí, no tanto por el resultado - no hay más que ver el fútbol que despliega el equipo. Nada de cerrarse atrás - nosotros mantenemos nuestra actitud y forma de hacer las cosas. Y a la vez, suficientemente flexible como para adaptarse al contrario, a las diferentes situaciones. Sin orgullo, con humildad. Con la tranquilidad que da el trabajo sincero y honrado. Y no hay más que mirar a sus jugadores: se lo pasan pipa jugando. Un ejemplo. Pep Guardiola hace además que la gente a su alrededor sea mejor, más feliz, y más productiva y motivada. Es un terapeuta del copón.
Pues yo pensé: "Nada, a seguir trabajando". Humildemente. Y así es. No hay que darle muchas más vueltas: cualquier día pierdes en casa contra el Espanyol. Y eso no debe hacerle a uno desviarse del camino. Ni el triunfo ni el fracaso, esos impostores de los que hablaba Kipling.
miércoles, 3 de junio de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario