Comparo con otra época, o mejor dicho otros modos de pensar, donde se pensaba que la gente, que sí, serían buenos cristianos, que tal, pero había que andarse con ojo. Se confiaba más por obligación (= si no eres bueno vas al infierno) que por realidad. Es decir, que se esperaba lo peor de la gente y las circunstancias, tal que si llegaba algo mejor, bienvenido sea.
Se trata de un compromiso entre hac lacrymarum valle y la bendición de la expectativa nula.
Y yo pienso: ¿se tenía antes más libertad para ser malo? Personalmente, no veo a la gente de mi generación ni haciendo ni aguantando cosas de las que me cuentan o he visto yo mismo de generaciones anteriores. De acuerdo, depende mucho de los nichos sociales. Pero me da la sensación de que la cotización del perro de arriba no deja de crecer, por mucha crisis que haya.
¿Cambiaría esto si pensáramos que el hombre no tiene por qué ser bueno por naturaleza? Por mi experiencia, veo vivir mucho más tranquilo al que cree que el hombre es bueno hasta que es malo, es decir, que tanto lo uno como lo otro...
Retomando lo de las expectativas, oí una noche que
Parece un tanto naïf decir que el hombre es bueno por naturaleza. ¡O malo! Porque, ¿es bueno, o malo, respecto a qué? Espero que no sea respecto a sí mismo, o respecto a su potencialidad, porque entonces estamos jodidos: el juicio entra en escena ("deberíamos ser mejores", "deberíamos ser peores"). ¿Cuál es la referencia? Normalmente, el hombre toma como referencia a sí mismo en las comparaciones con sus congéneres. Es decir, el hombre es bueno o malo respecto a mí, poniéndose cada cual dentro o fuera de la línea según su neurosis.
Es decir que el hombre no es bueno ni malo ni regular. El hombre es. Y algunos ni eso.
Retomando lo de las expectativas, oí una noche que
felicidad = resultado - expectativas
de tal manera que si expectativas = 0, la felicidad es igual al resultado. Si el resultado es positivo de alguna manera, el índice de felicidad también lo será. Si el resultado es nulo, al ser nulas las expectativas, habrá felicidad cero, pero no infelicidad.
Años después, veo la obsesión que hay con las expectativas en la Gestalt. La de terapeutas que andan liados con este tema, intentando rebajar las expectativas. Recuerdo un libro de Jorge Bucay, Cuéntame un cuento o algo así, donde creo recordar que era la única pega que se hacía a sí mismo.
Curiosamente, yo aprendí esa fórmula muchos años antes, de la boca de un borracho (y probablemente estándolo yo mismo). Nada como el campo de batalla para poner a prueba las teorías, cubata en mano... o para filosofar como excusa para no interactuar socialmente en un plano más físico.
Y es así: si tus expectativas son nulas, y te lías con una fea, pues mira, al no haber esperado nada, eso que me llevo. Un punto. Ahora, si vuelves a casa con las manos vacías, pues al no esperar nada, no hay ningún problema tampoco. Me cojo unas patatas en el Buitaker y a volver a casa andando, no passa res. En estos casos, lo complicado es gestionar el premio gordo... ya que suele salir el no merezco tanto, o no soy hombre para tanta mujer, o es demasiado para mí... esas mierdas.
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