Me doy cuenta de que me cuesta despegarme del otro.
Si quiero a alguien, tiendo a pensar que puedo cambiar, y a cambiar en efecto, amoldándome a (lo que yo creo que son) las necesidades del otro. Como si tuviera que estar en alerta, a veces, para mantener esa situación. Que no soy ese cacareado yo mismo. Y me siento en inferioridad con los que sí lo son.
En algunos talleres de Gestalt, y en concreto uno de mis primeros conflictos en el grupo, vinieron por la confluencia. Recuerdo que en el primer taller ya hubo algún indicio de esto. Y bueno, por entonces yo estaba viviendo la confluencia como algo muy muy importante de aquellos momentos - estaba en mi recuperación de una relación traumática.
De la que por cierto no sé si me he recuperado - yo siempre digo que no, que va a mejor, pero que no del todo. Quizás es una defensa en sí misma.
Pero es cierto que a veces pienso que no es posible esa recuperación total. Que no es posible volver. Y no me refiero a un lugar, manera de ser, etc. sino a las sensaciones de libertad, de peso, de autoconfianza sobre todo. Pues eso, van a mejor, pero es posible que nunca sean lo mismo.
Y ayer pensaba, estando agobiado por un cruce de caminos geográfico y emocional en el que me encuentro, que siempre tengo ese punto negativo que me hace pensar que el estado natural de las cosas es la nada, la destrucción si es necesario. Que todo termina, muere, y más vale pronto que tarde. No sé cómo manejar esto y lo pospongo.
lunes, 8 de junio de 2009
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4 comentarios:
no sabía que ese querer ser lo que el otro necesita en una relación sentimental tuviera q ver con la confluencia, que apenas descubro que es, e investigo sobre el tema. Me servirá de mucho tu comentario, me quedé pensando sobre mis relaciones y porque éstas no han sido exitosas (para mi). Gracias
El que confluye deja de respetarse a sí mismo para que prepondere el otro.
No ve su límite y adopta los deseos del otro como suyos, generalmente de manera inconsciente.
Buena suerte en tu investigación.
La confluencia estaría representando el miedo a la pérdida. No es al otro al que pierdo, sino que yo me he perdido. Si yo soy yo, el otro me querrá? Si yo soy yo, el otro me dejará? Cómo le digo que esto no me gusta? Al perderme he dejado de estar en contacto, lentamente voy relegando y enterrando, qué cosa? mi deseo. Ya no deseo, son los deseos del otro los que cobran importancia. Podríamos pensar, que tal vez en algún momento un deseo me asustó, tanto que fue suficiente, para que cualquier pensamiento asociado a un querer mío, sea negado.Mandatos de nuestros mayores primero, sociales, luego, pueden hacer que al no verle posibilidades a satisfacer lo que deseo, empiece por postergarlo, para luego fantasearlo, luego olvidarlo. Y entonces tomo el deseo del otro porque es menos riesgoso para mi concretarlo, porque es del otro. Y entonces sin querer empiezo a necesitar a este otro, porque si me deja, con que me quedó?
La salida que encuentro es la confluencia. La confluencia es un mecanismo de defensa. Los mecanismos de defensa no son ni buenos ni malos, sino funcionales, podríamos decir temporales. No es que pueda desaserme del mecanismo, pero si puedo ir aprendiendo como funciona en mi, qué lo detona, y por allí, podría comenzar a experienciar una salida creativa al mecanismo.
Buen aporte, gracias.
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