A lo largo del día pienso muchas ideas y cosas, que me parecen interesantes, que llego a desarrollar un tantito dependiendo de lo afortunadas o graciosas (¿no es lo mismo?) que sean, y luego se desvanecen en la maleza mental.
Me refiero a reflexiones, concreciones, ideas que cristalizan. De esas de las que piensas: si pudiera ahora la escribiría en el blog. Pero el caso es que te encuentras cagando en el baño del trabajo, sin bolígrafo siquiera para honrar al papel higiénico con un uso más cercano al cerebro que al intestino, y así poder expulsar excrementos de dos maneras a la vez. Sin que necesariamente uno sea mejor que otro.
Mientras escribo esto, me reviso la uña del pulgar derecho. No le doy tregua a la pobre, y esta misma tarde incluso he acabado con un reducto de rebeldía, una barricada que se estaba haciendo fuerte por el flanco derecho. Mis fauces no han tenido piedad, y han persistido hasta hacer mella en la bella barricada que la naturaleza había puesto a mi torrente destructivo, del que nada queda a su paso, salvo una sensación de dolor, de placer, y al final, paz. Me recuerda al sexo.
Sigue ocurriendo que pago con amor propio ciertas cosas que pasan en mi vida. Pero cada vez menos. El mecanismo este del darse cuenta, va haciendo surco y se va notando. Igualmente, las dudas de si es el buen camino siguen ahí, aunque las tomo menos en serio. Por la razón que sea, si yo me tomo en serio, creo que no puedo encontrar un resquicio de salvación. Es el tormento de tener conciencia. La exigencia de utilizarla en pos de la justicia universal, y no un compromiso entre ésta y la particular. Es difícil de discernir. Yo mismo me estoy perdiendo ahora.
Me gusto más estando conmigo. Disfruto más del hecho de estar yo, sólo. Tenerme como compañero. Me estoy redescubriendo. Un sapo, como decía Javier Ochaíta, que bien mirado tiene su gracia.
Tener demasiada conciencia también es un problema. Es como tener un porsche en una carretera de pueblo: adónde vas con tanto si con menos te vale. Y no haces más que gastar gasolina. Más te hubiera valido comprarte el chincuechento ese de tu hermano. Se matan más moscas con un matamoscas que con un cañón.
Escucho mucho Sabina y Juan Luis Guerra. Pronto va a ser mi cumpleaños y voy a cocinar para muchos.
Todo da igual y yo me gusto, y recuerdo que yo era especial.
Me acuerdo de las memorias de la Formación en Terapia Gestalt, y desde que llegué a Barcelona no he hecho nada, res de res.
jueves, 21 de mayo de 2009
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