Esta semana me he sentido enamorar de nuevo. De una compañera de trabajo que conozco desde hace casi dos años. Estoy enamoradizo, y eso es bueno. En mi cabeza se han venido unas cuántas fantasías, e incluso un plan y un "esta vez vamos a por ello, en serio, confiando, y perseverando", "es lo que quiero y lo que me apetece: a por ella", "siempre ha estado ahí, siempre le he tenido una mezcla de respeto, miedo y atracción... pero hoy la he mirado mejor".
Hoy me he enterado marginalmente de que no venía a no-se-dónde porque tenía que recoger a su novio. Qué manera más puta de quitarle los sueños a uno, cojón.
Sin embargo, tampoco me lo he tomado tan mal como otras veces.
E igualmente, de un lado pienso: bueno, y qué? Ya veremos quién ríe el último. Pues sí. Ella es una persona muy interesante. Aunque siempre la había tachado mentalmente de loca, ahora me siento más abierto. Simplemente acepto que me gusta tal como es, sin pensar si está loca, si en el futuro va a darle algún tipo de movidas raras a la cabeza, o que qué tipo de madre es ésta para mis futuros hijos, no, no por Dios.
Exacto. NO POR DIOS. Cállate, hombre, y no me jodas.
En cualquier caso, puedo sentir más amor no sólo por ella sino también por más personas, sean hombres, mujeres o caballos.
Hoy me he ido a correr.
Me cuesta trabajo quererme tierno, en el día a día. Me he imaginado en un escenario cantando Porque te quiero de Serrat y llorando como una madalena.
Creo que unas películas que he visto hace poco me han abierto el corazón. No me gusta en el fondo, pero necesito de las películas para seguir creyendo en el ser humano, para aprehender, o re-sentir, esas sensaciones humanas que se me suelen olvidar. Esas calidades humanas, lo importante de la sinceridad, hacerse caso a sí mismo, mantenerse en uno, quererse al fin y al cabo. Cuidar ese amor propio como oro en paño, débil como lo es en mí y en muchos de nosotros los humanos. Sobre todo aquellos que nos decimos buenas personas, aunque en verdad no tenemos ni puta idea del bien y del mal y ni falta que hace. Me gusta el conocimiento, pero admito que es imposible.
Porque te quiero a ti,
porque te quiero,
dejé los montes y me vine al mar.
Ay, ay, ay que me da el tembleque. Y es que aquella historia no se volverá a repetir, ni por la grandeza y espectacularidad de la historia ni porque tengo putas ganas de, ay, ayayay, el tembleque. 3 años ya.
jueves, 10 de septiembre de 2009
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